
Una maleta vacía, era lo que llevaba Lucía, pero la sentía pesada. Sus sueños acumulaban deseos de poder lograr una vida mejor. Lucía cargaba su maleta junto a sus hijos, Pedro (3 años) y Diana (7 años). Habían estado caminando por 15 días por senderos y obstáculos difíciles como peligrosos, acompañada de otras mujeres que compartían el mismo deseo que ella. Sin documentos, sin historias escritas que definieran su lugar de origen. Ella cargaba solo un cuaderno en blanco en la que escribirían una nueva historia. Su esposo había logrado la misma travesía hacía un año y medio. Jorge se asentó en el lugar de destino escogido para lograr estabilidad económica y seguridad para ellos y sus hijos.
Lucía, una joven de 25 años, quien no tenía un currículo vitae que mostrar, pero si una historia de resiliencia y valentía que contar. Ella, como otras mujeres en su misma condición de movilidad, poseían fuertes cicatrices ocasionadas por un conflicto o situación que las obligó a abandonar sus países y convertirse en sobrevivientes. Así como cargaba su maleta, con unas colchas y peluches, también llevaba consigo profundos sentimientos de desarraigo, soledad y tristeza. La maleta vacía, estaba en realidad llena, de todo aquello, y de lo que pesa cuando se decide salir de su matria.
Cuando caía la noche, trataba de refugiarse en lugares cálidos, para lograr que sus hijos no sintieran frio. Caía la noche y Lucía cantaba, con una dulce y melodiosa voz, arrullaba a sus hijos con canciones de amor, con sus tonos lograba proteger sus inocentes sueños.
Cuando cruzaron la frontera, Lucía celebró, con un corazón agitado pero lleno de alegría, sabía que luego de ello, se encontraría con su compañero, que volvería la vida, la vida digna aquella que les motivó a salir de un contexto precario y que los había vuelto huérfanos de derechos, de oportunidades. Estarían juntos, otra vez, cazando nuevas oportunidades y llenos de ilusiones.
El desconocimiento sobre sus derechos o sobre servicios y redes de apoyo en el país de acogida, podría ocasionar una situación de vulnerabilidad debido a su condición migratoria, lo cual podría convertirse en factores de riesgo para ella junto a otras mujeres que entraban con esperanza a un nuevo país.
Las desigualdades de género favorecen las inequidades entre los hombres y las mujeres y, en el caso de las mujeres en situación de movilidad humana, eso podría expresarse, por ejemplo, con respecto al acceso a servicios, legalización, acceso a empleo, riesgos de ser víctimas de violencia basada en género, entre otros. De ese modo, las mujeres en movilidad humana están expuestas tanto durante la salida, el tránsito y en el proceso de llegada al país de destino, a las mismas desigualdades de género y violencias experimentadas en sus lugares de origen y que suelen derivar en violencia sexual (Moreno et al. 2018).
Por ello, es importante recordar que dentro de estos contextos, en ocasiones las mujeres en situación de movilidad humana mantienen silencio sobre las agresiones y sufrimientos vividos debido a diferentes razones: desconocimiento de la ley y las medidas de protección que podrían solicitar; han sido amenazadas por los agresores; están paralizadas por el miedo y afectadas su autoestima; creen que si denuncian o piden ayuda perderán su estatus de refugio o el apoyo en las organizaciones de ayuda humanitaria. El silencio frente a un tipo de violencia basada en género, en cualquier ámbito, puede también ser una forma de autoprotección y de resistencia. Lucía, y otras mujeres encontraron una nueva oportunidad, se encontraron con sus amores, sembraron semillas en la nueva tierra, se volvieron redes, se convirtieron en aliadas y vaciaron sus maletas, livianas, pesadas y vacías para aferrar sus pertenecías en ese nuevo hogar.
Finalmente, como muchas otras mujeres en situación de movilidad humana en el mundo, a Lucía y otras Lucías hay que mirarlas desde un enfoque interseccional que permitirá comprender que no solamente son solo mujeres en esta situación, sino que además pueden ser mujeres pobres, negras, adultas mayor, víctimas de violencia basada en género, etc.. De esta manera, bajo este enfoque podemos ofrecer diferentes respuestas para garantizar su protección.
Lucía y otras Lucías, se despidieron, enrumbaron su destino por diferentes caminos, pero con algo en común, son mujeres en movilidad que comienzan una nueva historia, en una nueva tierra y un nuevo destino de protección y dignidad. Lucía volvió a fertilizar su útero arraigándose con amor a esta nueva vida, cocinando para otros en un nuevo negocio, pero siempre con la esperanza de volver a su matria.
Bibliografía
Moreno Núñez, Paola, Ángel Granja, Fernando Ríos, Andrea Ponce, y Nancy Burneo. 2018. Mujeres, violencias y frontera: Estudio sobre mujeres venezolanas en condición de movilidad humana, en riesgo de explotación y violencia sexual en la frontera norte de Ecuador. Ecuador: Acnur / ONU
Sobre la autora
María M. Pessina Itriago es docente y directora del Observatorio de Género de la Universidad de UTE. Asimismo, es candidata a Doctora de Sociología (FLACSO-Ecuador)