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En Yemen: mi querida escuela entre guerra y paz

Los días más hermosos del hombre son los días de la infancia, donde nada perturba la paz de la vida, y ningún problema interrumpe su quietud. En el caso de que ocurra, es una nube de verano que desaparece rápidamente, devolviendo a la infancia su espíritu alegre y sus hermosos sueños.

Me da nostalgia cuando veo a los niños pequeños yendo a la escuela con gusto y alegría, y miro las hermosas mochillas que llevan.

Vuelvo a mis recuerdos veinte años atrás, a mis días de infancia en mi pueblo en medio de las montañas, a miles de kilómetros de aquí. Mi pequeña casa está ubicada en un pueblo remoto en una montaña en el sur de la Península Arábiga, “Yemen”.

Una persona con gafas de sol en una naturaleza arida con un pueblo en el fondo a la distancia

Han sido los días más bonitos de mi vida, sin duda. Y cuanto más avanzo en edad, los recuerdo con más melancolía; estoy en una lucha constante entre un futuro que espero alcanzar y un pasado que recuerdo con anhelo y nostalgia.

Mi pequeña escuela estaba ubicada en el fondo del valle hacia el este, una escuela construida con piedras durante la época del gobierno de independencia.

Mi escuela no contaba con muchos materiales didácticos modernos. Tenía habitaciones vacías, con ventanas abiertas, amuebladas con alfombras para sentarse y evitar el duro frío invernal.  El maestro estaba sentado delante de la pizarra con lápices de colores en la mano, que era el único medio además del libro de texto.

Me levantaba temprano todas las mañanas, comía pan hecho de maíz y tomaba una taza de té rojo. Esa comida era única, rica y cien por ciento natural ya que mi madre usaba mucho la leña para cocinar y no usaba el gas. El pan caliente y redondo no tiene comparación con ningún otro pan en el mundo, porque está hecho con cuidado y amor por la tierna mano de mi madre.

Una vista panorámica de un pueblo de Yemen rodeado de naturaleza y cielo azul

Para llegar a mi escuela, tardaba casi una hora a píe, bajando una carretera accidentada y con una importante pendiente, ya que mi casa está en la parte alta del pueblo. Saltaba con una velocidad asombrosa sobre aquellas rocas, extasiado con mis amigos, mientras el olor a pan subía de otros pueblos y se mezclaba con el aroma de las flores blancas del café de aquellas montañas. Los rayos del sol con sus hilos dorados penetraban a través de los pequeños arbustos y se reflejaban en nuestras caritas morenas.

Íbamos a la escuela con energía y entusiasmo por ese valle, pero el regreso era muy arduo, ya que subir la montaña después de un largo día escolar era muy difícil para nosotros como niños. Nos tomaba al menos una hora y media. El sol se encontraba en su punto más álgido y subía la temperatura. Llegábamos a casa cansados, pero ese cansancio desaparecía rápidamente tras un breve descanso.

Recuerdo además que algunas veces a principio de año teníamos que ir con el director de la escuela para llevar libros y tizas en la espalda, recorriendo un largo valle y un camino lleno de baches y de árboles Sidr. Recuerdo las grandes rocas redondeadas por el flujo de los torrentes.

Libro infantil en árabe

Nuestra alegría era abrumadora cuando conseguimos un libro para cada uno porque muchas veces los libros no eran suficientes para todos.Teníamos que compartir libros entre nosotros. Un día me lo podia llevar yo y otro día tenía que dárselo a otro amigo y así hasta el final de año. Terminé  las clases básicas en esa escuela y luego me mudé a otra escuela que estaba una hora más lejos que mi primera escuela.

Tuve que interrumpir mi relación con mi primera escuela y también despedirme de mis amigos, que se dispersaron cada uno a un lado.

Como le tenía mucho cariño, aprecio y amor a esa pequeña y sencilla escuela que me acompañó durante cinco años de mi niñez, la miraba todas las mañanas desde lo alto del valle,  para saludarla, y luego ir a mi nueva escuela.

Pasaron los días, los años, me gradué del bachillerato y luego me fui a trabajar a otro país. No tuve la oportunidad de iniciar mis estudios universitarios hasta después de estar alejado de mi tierra natal por casi tres años.

Al regresar pude estudiar durante dos años y medio en la universidad de una manera relativamente tranquila, hasta que estalló la guerra. Terminé mis estudios en circunstancias difíciles. Al graduarme en 2016 sentí la necesidad de volver a mi primera escuela, que tanto me había dado y enseñado. Cuando regresé a esa escuela hermosa y sencilla, encontré que estaba desierta, con las ventanas rotas y llenas de polvo, suciedad y telarañas, como si fuera una cueva.

Con gran sorpresa descubrí que a su lado habían construido una escuela más grande y hermosa que, de lejos, parece un barco preparándose para navegar en medio de las olas del mar.

Edificio blanco grande rodeado de naturaleza que es un escuela en Yemen

Esa escuela ya no tenía solo clases de primaria. Se convirtió en una escuela con clases de  secundaria con clases grandes y limpias, llenas de sillas y mesas. Solo quedaba uno de mis   maestros: el profesor de matemáticas. Me comentó que  había una gran escasez en el número de maestros en la escuela debido a las condiciones de la guerra y a las circunstancias difíciles que vivía el país. Así que decidí que era mi oportunidad de devolverle a mi pequeña escuela todo lo que me había enseñado.

Trabajé voluntariamente durante todo un año, como maestro de árabe e historia. Con los alumnos hicimos muchas actividades escolares y eventos como concursos entre clases, una pequeña exposición de pinturas, y un espectáculo de teatro histórico simplificado con la participación de tres grupos de diferentes clases. Trabajé en la distribución de un cuadernillo de cuentos titulado “El ermitaño y la rosa” del escritor ruso Bodis Zakhor, que yo mismo leí cuando era niño, así que me encantó transmitir la experiencia y compartirla con mis jóvenes alumnos. Para ellos escribí algunos cuentos y poemas para niños, inspirados en los rostros de los estudiantes y sus grandes sueños.

Me llena de alegría saber que estos pequeños trabajos han dejado un gran impacto en el corazón de los estudiantes. Especialmente en este momento tan difícil que está atravesando  Yemen, y que está afectando a los niños y las niñas y a su saber. Ellos y ellas que son el futuro del país.

Un hombre sentado frente a un mesa con varios libros, una taza roja y una planta

Yousef Al Dubai es un escritor Yemeni que colabora con Maletas de Cartón.

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